22.10.07

De bonzo a pirata


Lo de ahí arriba es de estreno. Es parte de la primer historieta que hago con mi compañero Fernando Baldó, y salió directo para La Cúpula, Spain. Esperemos que rating siga así de bien con proyectos futuros.
Hay un tema que anda dando vueltas hace un tiempo, y tiene que ver sobre si el tan mentado renacer editorial de la historieta argentina existe gracias al subsidio permanente que los autores proveen al cobrar poco y nada por sus trabajos. Para mí no es una materia opinable, el subsidio existe de hecho, tan contundente como una pared. La inmensa mayoría, por no decir la totalidad, de las historietas que se están publicando en la actualidad son:
  • Material terminado, hecho para publicarse inicialmente en otro país.
  • Historietas hechas para este país, pero sin la presión de tener que cobrarse en relación al tiempo que llevó hacerlas (ya sea por vanidad, por ansias de mostrarse en sociedad, prestigio, etc)
  • Recopilaciones de historietas publicadas y cobradas en este país con anterioridad.
Básicamente lo que estoy diciendo no es ninguna novedad: el mercado de historietas argentino seguirá estando subsidiado mientras la realización de las historietas publicadas sea financiada por otras editoriales, o por la vanidad del autor de turno. Ahora bien, este dato, en apariencia incostrastable, en sí mismo no reviste demasiada noticia, ni es una denuncia de un estado de injusticia, ni nada parecido. Lo cierto es que esta situación es la misma que se vive en todo país que no se llame Japón, Francia o Estados Unidos (y si me apuran, también Italia). En cualquier otro país, la inmensa mayoría de los historietistas deben trabajar para otros mercados para poder hacerse de la manuntención necesaria para proseguir con sus carreras. Ahora bien, ante tal circunstancia vale preguntarse qué es lo deseable.
Hay un error muy común que se comete entre los historietistas, que consiste en pensar que uno trabaja para los editores y que ellos son nuestros patrones. Y por lo tanto, ellos son a quienes deberán agradar o no nuestros trabajos. Y por contraste es a ellos a quienes hay que patalear en forma directa cuando queremos más plata. ¡Gran error! Si hay un patrón, alguien que baja el pulgar aplastando nuestras cabecitas en el acto, ese no es otro que el señor lector, alabado sea. Si queremos ganar mejor, hagamos mejores trabajos, o más comerciales, o más premiables (son tres cosas diferentes con resultados similares). Es así la cosa.
El dinero por el que se remunera nuestro tiempo de trabajo surge del interés de nuestros lectores, no de la simpatía que le despertamos al editor. La creación de valor está en el producto artístico siendo disfrutado por X cantidad de gente dispuesta a pagar por él. El editor es un mediador, una bisagra entre ambas necesidades, el infaltable conector. Parte de la lubricación necesaria para hacer a la maquinaria funcionar, implica dar adelantos. Algo para que el autor coma mientras termina la historieta. Y allí es donde muchos tenemos que ir a picotear migas de baguettes parisinas, un cacho de jamón bellota, o un poco de salsa especial que se cayó de la hamburguesa de un gordito de Kansas. Y entonces uno decide, o hace la personal y que me vengan a buscar, o trata de comerciarse lo mejor posible haciéndose el lindo y simpático y se pone blogs como este y da tarjetas y esas cosas, o trata de mediar entre todas las opciones, porque tampoco hay que ser un bonzo para dejar de ser un pirata.
Claro, la pregunta es... Ya es tiempo de liquidaciones... ¿cuánto habrá vendido mi libro? ¿Cuánto me toca cobrar? Y entonces sí, las risas de los editores suenan en todas partes del mundo civilizado y en Argentina también. Porque aún entre los más primermundistas, se sabe que las auditorías se dibujan, que las cifras se mienten y que nunca sabremos la verdad. Cuando venden poco, los números se inflan; cuando se vende mucho, se desinflan. Y así, con las diferencias, se van tapando los agujeros que les dejó tanto clavo. Por eso, Carlos Trillo a cada rato me repite una de las preguntas principales: ¿qué es lo más importante que hay que pedirle a un editor? Y respondo mirando al frente, entusiasmado: ¡EL ADELANTO!
Quiero ver qué pasa. Algún día los lectores de historieta argentinos se multiplicarán por cinco o por diez, las tiradas ya no serán tan magras, los editores ya no viajarán en el mismo colectivo que uno. Espero ansioso ese día para poder aplicar la lección tantas veces repetidas y poder romperle las bolas a los editores locales a grito de ¡ADELANTOOO! No es que ahora no lo diga, pero se dice bajito y se tiene mucha paciencia al escuchar la cifrita que intenta compensar vergonzosamente meses de trabajo. Se sabe como es la cosa.
El día ya llegará, mientras tanto, a comerla. Que cada cual cobre lo que pueda, que el día que se arme un sindicato, un SADAIC de la historieta, ahí sí que les vamos a mandar los inspectores a los talleres. Ya van a ver.
Bueno, hace un año estaba felicísimo paseando por Paris. Comiendo ostras y champagne a orillas del Sena, posta. Y no me avergüenza ni un poquito, mire usted. En el próximo post pongo fotos para enrostrarle a los envidiosos. Por ahora, señor envidioso, confórmese con este reportaje que salió hace poco y que nos hicieron los de Sceneario.com cuando andábamos por Nantes. Y si sus glándulas lapidan mucho veneno, piense que ahora estoy acá, escribiendo un puto post en la calurosa Buenos Aires. Pero tampoco la pasamos tan mal: mire sino.

sal, udo, sal