19.8.08

Meglia

Diseños para la nueva versión de Irish Coffee, de Trillo y Meglia.


Yo no tengo el privilegio de decir que era su íntimo amigo, ni nada parecido. Pero nos conocíamos desde hace años. Carlos era muy amigo de familiares míos, así que de vez en cuándo nos encontrábamos en fiestas y cumpleaños. Alguna vez, hace mucho tiempo, nos involucró un mismo proyecto medio loco no tan relacionado con la historieta como podría parecer, que por suerte no llegó a ninguna parte, sino creo que todavía lo estaría lamentando. Pero fue por ese proyecto loco, que algún día contaré en detalle, que lo pude conocer personalmente.

Transcurría la primavera del año 2000 mientras caminaba por la calle Oro hacia su estudio. Una vez ahí me encontré con un ambiente lleno de tableros y computadoras contra las paredes, dibujos pegados y muchos pibes, seis o siete, haciendo de todo: tomando mate, charlando, escuchando música y alguno que otro, dibujando. Como había mucho ruido para charlar, me invitó a tomar algo a un cybercafé que había cerca del estudio. Se me ocurrió comentarle que me había llamado la atención la cantidad de ayudantes que tenía. Miró para el costado, y con su humor único me respondió: “Ayudantes tengo dos nada más… ¡los otros no sé quiénes son!”.
Así era Meglia, al menos el que yo conocí. Siempre se mandaba algún disparate, le gustaba sorprender a sus interlocutores. Como la última vez que lo vi, luego de asistir juntos al estreno del documental “Imaginadores” en un cine de Olivos. En la cena posterior, compartida también con César Da Col, Fabi Mezquita, Pablo Túnica, Fede Velazco, Andrés Accorsi y otros, no paró de tirar frases tremendas, buscando avivar polémicas o dejarnos estupefactos. Y apenas uno intentaba esgrimir algo parecido a un argumento en su contra, se te cagaba de risa en la cara. Y listo, a otra cosa. Pero había que estar atento, porque entre los disparates, de vez en cuando mandaba alguna frase atesorable, un consejo, una enseñanza. Algo que por ahí le había enseñado el mismísimo Oswal, a quién consideraba su maestro. Claro que todo siempre iba despojado de cualquier tipo de solemnidad. Y si su muerte es tan dolorosa por lo buen tipo que era, todo se vuelve mucho peor teniendo en cuenta el tamaño de la pérdida artística. Meglia era uno de los mejores. Y punto.

No por nada es el historietista argentino que más ha sido copiado por dibujantes de todo el mundo. En los noventas yo me acuerdo de hablar con absoluta propiedad de “miñolitas”, “bisleysitos” y “meglitas”. No era casual. Si hay algo que tenía Meglia, era estilo. Le sobraba estilo. Todavía recuerdo el shock que fue encontrarme con su estilo por primera vez, a principios de los noventas. Y no era un dibujo de él. Era un dibujo de una compañera de la secundaria, minuciosamente copiado de un precoz Irish Coffee. El segundo shock que recuerdo fue su versión de los personajes de El Eternauta que se podían ver en el patio de comidas del Fantabaires 97, el del Borges. Y después, Cybersix, claro.

La influencia de Meglia puede volverse una maldición. He conocido a varios dibujantes que tuvieron que luchar para despojarse de los parecidos indeseados. Muchos lograron abrirse hacia estilos propios, otros todavía lo intentan. Y no es que fuera fácil copiarse de Meglia. Como me comentaba Fernando Calvi hace unas hora nomás, lo que era fácil de aprehender era la “pauta” de Meglia, algo que seguramente provenía de su conocimiento íntimo de la animación. Pero al mismo tiempo, nadie, ninguno, por mejor copista que fuera, podía lograr “entender” el estilo de Meglia en su verdadera profundidad. Por eso Meglia siempre pudo evolucionar en su estilo sin peder una gota de su escencia.

Dicen que hay grandes dibujantes que inauguran escuelas -Caniff, Kirby, Hergé, Oswal- es decir, dibujantes que con sus estilos abren el abanico de posibilidades de las nuevas generaciones de artistas, dejando siempre abierta la posibilidad de ser superados por los que los siguen, sus discípulos y/o alumnos. Y otros, tan sobresalientes como los anteriores, que las cierran, porque simplemente, influenciarse por ellos significa, la mayoría de las veces, parecerse: contraer una deuda muy difícil de pagar. En estos últimos me animo a nominar a Alberto Breccia, Carlos Nine y también, a Carlos Meglia.

Meglia se fue cuando estaba por escribir su primera novela gráfica. No me cabe duda de que hubiera sido genial. Ahora solo nos queda especular cómo podría haber sido su obra futura, en los más de veinte o treinta años que le quedaban de carrera. No puedo evitar la tristeza sorda e inevitable de un Meglia que se fue antes de tiempo, pero prefiero quedarme con la alegría que me da haberlo conocido a él y a su trabajo. Al menos en ese sentido, sí puedo decir que fui partícipe de un gran privilegio.

Saludos
D.

Otros que escribieron sobre Carlos Meglia, y que lo conocían mucho mejor que yo:

Fabián Mezquita