12.4.10

Europa 2010 parte 2: paseando proyectos por Angoulême

El año pasado mi trabajo se dividió en dos: la primera parte la pasé escribiendo y armando Planeta Extra, la segunda la dediqué enteramente a la creación de nuevos proyectos, teniendo en cuenta el viaje en Enero a Angoulême que poco a poco se aproximaba. Tuve mucho tiempo y espacio para trabajar los proyectos a conciencia. Y para cuando la fecha ya estaba cerca, yo estaba más que satisfecho con la cantidad y calidad de las historietas que me llevaba conmigo. Claro que mis esperanzas eran tan amplias como mis reservas: siempre me habían advertido que el Festival de Angoulême no era el mejor lugar para mostrar proyectos. En eso coincidían tanto autores nacionales como europeos. Pero hasta no tener una experiencia propia, no quería sacar ninguna conclusión.

Atenti:
El evento dura cuatro días: jueves, viernes, sábado y domingo. Esto es importante, porque muchas de las actividades se dividen entre el fin de semana y los dos primeros días. Básicamente, el jueves y el viernes son más de trabajo, y después, joda. Si uno anda buscando un editor el domingo, lo más probable es que encuentre alguno borracho, tirado en una zanja. Lo primero es hacerse de una credencial. Como nosotros íbamos invitados, se nos hizo muy fácil, ya que nos la gestionaron nuestros amigos de la Cité. Pero por lo que pude ver, para conseguir una credencial de autor en Angoulême, basta con tener algo publicado. Hay que llenar un formulario online, en el sitio oficial, y si uno es aprobado, luego pasa a retirarla por la sede del Festival, el Hotel Du Ville de la ciudad. Es muy importante llevar una credencial, básicamente porque permite entrar a las diferentes carpas sin hacer cola ni pagar entrada. Y las colas son largas y las entradas, caras. Sin tener mucha idea de adónde ir, salimos a caminar, aprovechando de que nuestra casa estaba a una cuadra de la carpa principal. En este sentido, fuimos muy afortunados: si no se reserva con anticipación, los hoteles se acaban y hay que empezar a buscar alojamiento en las afueras o en otras ciudades vecinas. Así que allí fuimos, con las carpetitas prolijamente armadas. Llevé cuatro carpetas por cada uno de los diez proyectos (entre los míos y los de Laura), es decir que dedicaba casi una valija entera al arrastre de carpetas. Lo ideal, es volverse sin ninguna.


Carpa de venta de derechos internacionales:

Pocos metros antes de llegar a la “carpa de los editores”, notamos que había una carpa más chica que decía “VENTA DE DERECHOS INTERNACIONALES”. Entusiasmado con haber encontrado el Santo Grial al primer intento y a media cuadra de casa, entré a la carpita lleno de entusiasmo, esperando encontrar a un montón de editores ansiosos por ver mis proyectos. El patovica de la entrada olisqueó celosamente nuestras credenciales y finalmente nos dejó pasar. En efecto, la carpa constaba de una serie de stands de la mayoría de las editoriales de Francia y varias del extranjero, con estanterías con libros y señores trajeados esperando tras escritorios. Bárbaro, qué bueno, qué organizado. Pero no. Algo extraño sucedía: nosotros éramos los únicos caminando por ahí con sus proyectos. Había muy poca gente circulando. Inmediatamente razoné que había dos opciones:
1) Me equivoqué de carpa
2) El resto de los autores del mundo son todos pelotudos.
Aferrado a la segunda opción, me senté frente a una rubia de Soleil y con toda convicción empecé a sacar mis proyectos. Ipso facto me detuvo entre sonrisas compasivas y me explicó que allí ella no estaba para comprar, sino para VENDER. Por lo que pude entender esa carpa es un lugar especialmente dedicado a la compra/venta de derechos ENTRE editores, donde los autores nada tienen que ver. En fin. No eran todos pelotudos. Yo, solamente. Sin achicarme por mi primera decepción, encaré junto a Ippóliti hacia la carpa de LOS EDITORES GROSOS Y LA DE SOLEIL. No se llama así, claro, pero esa es la onda.


La carpa de los EDITORES GROSSOS y la de SOLEIL:
Como se habrá notado, en realidad son dos carpas. La primera está enteramente dedicada a la editorial Soleil, y la otra, mucho más grande, al resto de las mainstream. Esta última carpa por sí misma es más grande y convoca más gente que cualquier evento que se haya hecho en Argentina. Allí están los pesos pesados de la historieta gala: Delcourt, Casterman, Glénat, Vents de Ouest, Dargaud, Dupuis, etc. Cada editorial tiene un tremendo stand, que muchas veces cuentan con un sector VIP, donde suelen recalar los autores y editores para tomarse unas copas y hacer reuniones de trabajo. Para entrar a los sectores VIP no alcanza con la credencial, hay que estar anotado en listas misteriosas. Pero uno siempre se puede colar, claro. No nos sirvió de mucho. Cuando preguntaba si podía ver a algún editor, siempre me decían que no estaba, que se fue, que volvía en dos horas. Dos horas más tarde, al regresar, uh, qué macana, se acaba de ir. Justito, justito. Andáte a la puta que te parió. Todo esto, acompañado por un bullicio importante y mucha gente dando vueltas buscando en qué gastarse la plata. Realmente uno termina sintiendo que molesta, que lo importante ahí es vender libros. Un vendedor de Glénat que se apiadó de mí, me explicó que allí, en los sectores VIPS, efectivamente se hacen reuniones entre autores y editores todo el tiempo, pero que uno debe arreglar la cita previamente, por mail. Ahá. Un poco tarde. En realidad, sin saberlo, yo ya había arreglado dos citas con editores con los que he trabajado. Pero… ¿cuál es la gracia de viajar 10.000 kilómetros para ver a un editor con el que hablo todo el tiempo y con el que ya trabajo? ¿Eh? Eso no me lo explicó. En este punto se ponía espesa la cosa. Entonces fue cuando divisé en una pared del stand de Dargaud un afiche que decía: PARA LOS AUTORES MUERTOS DE HAMBRE QUE QUIEREN GARRONEAR UN CONTRATO SIN CITA PREVIA, VAMOS A ESTAR VIENDO PROYECTOS EN EL “PAVILLON JEUNES TALENTS” MAÑANA VIERNES A LAS 12:00HS. O algo así, mi memoria suele tergiversar las cosas.



La carpa NUEVO MUNDO, la Viñeta Suelta de Angoulême:
Agendé que al otro día debía dirigirme a ese tal Pavillon Jeunes Talents. Y mientras, como todavía quedaba medio jueves, fuimos a ver las bellas muestras de Nicolás De Crecy y Blutch. Todo muy lindo, pero no deberíamos haber ido, ya contaré por qué. Por la tardecita, decidimos ir a la carpa Le Nouveau Monde, otra carpota de dimensiones importantes, tal vez la más grande de todas. Allí se acumulan básicamente todas las editoriales restantes, que son muchas, muchísimas. La mayoría son las llamadas “independientes”, aunque entre estas últimas hay algunas muy importantes como L’Association, Actes Sud, Futuropolis o Vertige Graphic. Son cientos de stands uno al lado del otro, que muchas veces están atendidos por los propios dueños de las editoriales. Hacia el final de la carpa se acumulan decenas de fanzines y editoriales pequeñitas, que por solo noventa euros, logran tener su lugarcito en el festival más importante de Europa. Esta es la carpa más interesante para visitar para todo autor con estilos más cercanos la historieta independiente, la nouvelle BD, la autobiografía y los dibujos minimales. Aquí pude conocer a editores importantes pero que pronto me daban a entender que mis proyectos, por temática y estilo, apuntaban más para la carpa general, la de los grandes editores. De todas formas me pasé un buen rato viendo las cosas que había por allí, y debe haber sido el lugar donde más plata gasté.


La carpa de los Jóvenes Talentos, o el infierno de las colas eternas hacia la nada misma:
Si me hubiera detenido a leer atentamente el programa que reparten por todas partes, hubiera podido encontrar la concisa explicación sobre Le Pavillon Jeunes Talents . Pero no, yo me enteré sobre su existencia recién el viernes, es decir que ya había “desperdiciando” todo el jueves mirando hermosos dibujos de Blutch. Ese es el lugar que reserva la organización del Festival para los encuentros entre autores y editores. Pero como claramente expresa en su título, lo que se espera son JÓVENES talentos. Apelar a la juventud de los interesados no es casual: para lograr encontrarse con un editor en este lugar, hay que contar con una excelente salud, estado físico, paciencia zen y una alta cuota de autoestima. Se da por hecho que los autores que ya publican y tienen mayor experiencia son capaces de articular encuentros con editores a través de otros canales (las famosas citas previas). De hecho, es cierto: no se ve a ningún autor galo medianamente conocido padeciendo aquellas colas, en cambio sí se ve a cientos de jóvenes franceses de menos de 30, mostrando sus trabajos. Pero para el historietista extranjero la ecuación no es tan simple. Es sencillo para un historietista francés más o menos establecido dejar pasar esta oportunidad. Antes que nada, porque es un quemo andar haciendo fila junto unos imberbes que van a mostrar qué tan bien les sale Naruto. Pero también porque viven en Francia! En cualquier otro momento del año, levantan el teléfono y orquestan una reunión con un editor local. Se toman el metro, no un Boeing 747, y asunto terminado. Así que yo, como buen autor tercermundista, me tragué el orgullo de inmediato, y me puse en la cola, detrás del pibito francés que quiere mostrar su fanzine y algún que otro extranjero cuarentón que está en la misma que uno y ha sabido resignarse. Pero entonces noté que la cosa se ponía peor. Los minutos pasaban y la cola apenas si avanzaba. Yo me había puesto en una fila que llevaba hasta un editor de Dargaud, que dedicaba amablemente unos veinte minutos por persona. Con la cantidad de gente que estaba delante de mío, calculé amargamente que mi turno llegaría para agosto del 2016. Seguí esperando sin entender demasiado la lógica de mi paciencia, cuando de repente el editor se paró, vociferó un lapidario “sefiní” y se fue a comer. La cola de cincuenta tipos que me incluía de repente había perdido razón de ser. Yo estuve solo media hora, pero el tipo que estaba primero fácilmente habrá estado tres horas para llegar hasta ahí. El resto de los editores también partieron, dejando en claro que el viernes por la tarde no se trabaja. Así que al día siguiente, sin pensarlo demasiado planifiqué ir hasta el Pavillon Jeunes Talents bien temprano, para hacer las colas y encontrar a algún editor sí o sí. El sábado por la mañana fuimos a buscar a Javier Mora Bordell y su coequiper Gonzalo Conradi, que habían llegado desde España. Luego de desayunar todo juntos fuimos hacia el Pavillon. Al ser cinco, nos organizamos para cubrir todas las colas, de modo que al divisar si alguna avanzaba más que el resto, nos podíamos meter todos detrás del afortunado. Así ocurrió con la larga fila que llevaba hasta los editores de Casterman. Luego de varios minutos, por fin, pude encontrarme con un editor y de los grandes. Saqué todos mis proyectos, que de inmediato comenzaron a caer uno tras otro: NO, NO, NO, NO. Así de una, sin explicación mediante, en escasos segundos. El editor apenas si ojeaba fugazmente el estilo del dibujo, nunca llegaba ni a enterarse sobre qué iban las historias. Con cada “no” caía un proyecto que había llevado meses de trabajo. El sistema puede parecer impiadoso, pero en realidad es lo mejor que puede pasar, la alternativa eran los editores que estaban veinte minutos con cada dibujante explicándole hasta la más mínima razón de su rechazo, para luego dejar un tendal de gente sin atender. Desesperado al ver que la oportunidad se me iba de las manos sin ningún tipo de resultado, vacié la valijita de proyectos hasta que el ÚLTIMO le gustó. Se lo quedó y me dijo que me iba a escribir. Y me escribió. Aún es muy temprano para saber si esto termina con un merecido final feliz, pero al menos aún está dando pelea. Concluida la faena con los de Casterman volví a otra de las colas donde hacían guardia otros miembros de la cuadrilla (Ippóliti, Javi, Laura, Conradi). Era una fila que terminaba en una editora de Soleil, que de repente, como había pasado antes, se levanta y se despide, dejando a una veintena de autores varados. Yo estaba por irme como el resto, cuando noto que uno que estaba atrás mío se quedaba en la fila. Inmediatamente me dije: “este sabe algo”. Así que yo también me quedé en la fila fantasma hacia la nada. ¡Y efectivamente! Pocos minutos después, vino otro editor de Soleil que reemplazó al anterior, y ahora yo había quedado primero en la fila. Este editor era infinitamente más amable, miró todo, le gustó todo, se quiso quedar todo, le di todo. Y obviamente, nunca me escribió. En conclusión, todos los de la cuadrilla pudimos mostrar nuestras cosas y tuvimos verdaderos encuentros con editores, útiles de verdad. No seremos tan jóvenes, pero somos mañosos. Un día más tarde, en la carpa Nuevo Mundo, se me acercó un muchacho español, muy buen dibujante, y me cuenta la siguiente historia de terror: él había venido solo hasta Angoulême, y durante los tres días previos había estado haciendo colas en el Pavillon Jeunes Talents. Pese a su paciencia y perseverancia, no había podido encontrarse con NINGÚN editor, ya que siempre, cuando estaba por llegar su turno, el editor decidía irse. Tres días y ni un encuentro. Y en ese momento, como había visto que yo estaba dando charlas, me pidió amablemente si podía mostrarme sus dibujos. Yo era su primer contacto en todo el viaje.




La voz de la experiencia:
Después de estas aventuras, durante el resto del sábado y el domingo, tuve los encuentros que había concertado con los editores que ya conocía, lo que terminó de redondear un viaje con buenos resultados a nivel laboral. Pero a esta altura, se podrá comprobar que pasear un proyecto por Angoulême a no es para nada fácil. Especialmente si uno es un autor inédito. Resumiendo, los consejos que puedo dar a los autores interesados con pasarse por allí son:

> Reserven hotel con mucha anticipación.
> Consíganse una credencial de autor, como sea. Basta con haber publicado algo.
> Traten de concertar citas previas con los editores por mail.
> Aprovechen el jueves y el viernes para ir desde temprano al Pavillon Jeunes Talents.
> No dejen de ir a la Carpa Nuevo Mundo y busquen a los editores.
> Consulten a los que han viajado muchas veces.

> Vayan en patota y organícense

Al volver cada noche a la casa de Madame Barit, exhaustos por andar corriendo editores por la rüe Hergé, nuestro compañero de casa apenas si se estaba levantando. Claro que nuestro roommate no era un tipo cualquiera: era Max, el consagradísimo autor español. Entre volutas de humo y con la mirada de un Gandalf maestro yaolin, nos reveló un secreto profesional: la verdadera actividad para los autores se da por la noche, en los cocktails, entre copas y snacks, por los bares y restaurantes del centro de Angoulême. Allí es donde se producen los encuentros de alto rango entre la más excelsa creme de la historieta francesa. Ya era tarde para probar suerte, el físico ya no resistía. Pero lo que no pudo la maña, pudo la suerte. Y así, sin proponérnoslo, terminamos cenando con Alejandro Jodorowsky, en una noche psicomágica.

Dentro de unos días, la tercera y última parte.

D.