Okey, lo admito. Si hay una materia difícil en la historieta argentina, es encontrar algo nuevo para decir sobre el Eternauta. Hemos llegado a un punto donde escribir sentidas loas al Eternauta es el equivalente a ir a misa para el fandom local y su periferia. Lo vamos a seguir haciendo, llenos de regocijo y emoción, pero no nos engañemos, es ir a misa. HGO es nuestro mártir, en vez de una cruz en la espalda, viste su máscara antigas al frente, el Eternauta es su Testamento y hasta se puede decir que tiene sus apóstoles. Norberto me dice que pare de forzar la analogía que en cualquier momento me voy a poner a buscarle una María Magdalena y arruino todo. Pero el tipo se sacrificó por sus ideales y si bien el montonerismo nos resbala a la mayoría de sus acólitos, si nos sentimos cercanos a su humanismo y más aún a sus historietas. Una gran proporción de nuestro sentido común historietísco fue fundado por él. La forma bruta de nuestras nociones de lo que es la historieta argentina, de cómo se cuenta una historia, y hasta de como se dibuja, fueron inauguradas por HGO. Y cincuenta años después, a cada rato, ante la duda, volvemos a la fuente.
Ir a misa no tiene nada de malo en sí, es sano incluso, mientras el acto sea sincero y no un reflejo condicionado. Pero ese es el tufillo general que encuentro en la mayoría de las crónicas que han ido apareciendo en los medios que se hicieron eco del 50° Aniversario del Eternauta, y del 30° aniversario de la desaparición de HGO. El ejemplo-colmo de este fenómeno es la exigua columna que le dedicó la revista Ñ al tema. Está escrita como si los lectores de Ñ no tuvieran idea de qué fue y es El Eternauta, ni quién fue su creador y cómo terminó. Puede haber sido una subestimación por parte del comentarista de turno, cuyo nombre no recuerdo ni me importa, pero tengo el miedo íntimo de que haya hecho lo correcto y que al fin y al cabo, para el público de Ñ, Oesterheld, su obra y su tragedia, no merezcan más que esa columna, algo que repase someramente los tramos principales del nuestro evangelio, bien digerido, casi de definición de diccionario enciclopédico. Norberto me dice que en el post anterior decía que la historieta está siendo legitimada a velocidad luz y que ahora me contradigo con total impunidad, quejándome de la poca bola que le dan al tema en los medios. Pero Norberto no entiende que lo me preocupa es otra cosa.
Ir a misa no tiene nada de malo en sí, es sano incluso, mientras el acto sea sincero y no un reflejo condicionado. Pero ese es el tufillo general que encuentro en la mayoría de las crónicas que han ido apareciendo en los medios que se hicieron eco del 50° Aniversario del Eternauta, y del 30° aniversario de la desaparición de HGO. El ejemplo-colmo de este fenómeno es la exigua columna que le dedicó la revista Ñ al tema. Está escrita como si los lectores de Ñ no tuvieran idea de qué fue y es El Eternauta, ni quién fue su creador y cómo terminó. Puede haber sido una subestimación por parte del comentarista de turno, cuyo nombre no recuerdo ni me importa, pero tengo el miedo íntimo de que haya hecho lo correcto y que al fin y al cabo, para el público de Ñ, Oesterheld, su obra y su tragedia, no merezcan más que esa columna, algo que repase someramente los tramos principales del nuestro evangelio, bien digerido, casi de definición de diccionario enciclopédico. Norberto me dice que en el post anterior decía que la historieta está siendo legitimada a velocidad luz y que ahora me contradigo con total impunidad, quejándome de la poca bola que le dan al tema en los medios. Pero Norberto no entiende que lo me preocupa es otra cosa.
Casi no existe una mirada crítica del Eternauta. Claro que me refiero a la crítica en el sentido amplio, no en salir a buscarle las manos torcidas a los dibujos de Solano. Una mirada crítica que analice a El Eternauta en tanto obra, antes que mito. Sea desde la semiótica, la historia cultural o lo que venga. ¡Algo! Sospecho que se descubrirían cosas que tanto los oesterhelianos más necios, como los revisionistas de cejas suspicaces podrían disfrutar y debatir.
Ojo, me consta que no es que este tipo de escritos no se estén realizando. Convivo con una prueba viviente de ello. Hay varias tesis de licenciatura, maestría y doctorales, en proceso o terminadas, que o bien toman a Oesterheld como tema principal, o al menos lo rozan tangencialmente. Pero es medio triste que tengamos que depender de la Academia. Norberto me dice que el campo crítico de la historieta argentina es casi inexistente, que estoy diciendo boludeces, y que mejor hubiera dedicado este post a hablar maravillas de Estupefacto de Lucas Varela, algo novedoso, refrescante, sin tanto bajón intertextual.
Yo, menos descreido, espero que la sutil primavera de editoriales y publicaciones dejen un espacio abierto para que un campito crítico se vaya formando. Algo chiquito, una canchita de barrio, un metegol. Ahora apenas si habemos un par posteando cositas en blogs y gracias.
Pero hay otro aniversario mucho menos trascendente, pero no por eso soslayable: hace diez años se formaba la Asociación de Historietistas Independientes (AHI). Para el próximo post, prometo tocar el tema, aún corriendo el riesgo de aburrir a la mayoría de la ya por sí discreta concurrencia.
Para mirar un poco, una página de "El Espejo Viviente", hecha para la Eura, con dibujos de Leonardo Pietro.
Amén.