(va con leves spoilers eh!)
En algún momento del taller siempre hablamos de las casualidades. Especialmente de aquellas que aparecen en los guiones para favorecer artificialmente el avance de una trama. Está claro que las casualidades suelen ser las mejores amigas de los guionistas vagos: el bueno y el malo tienen su batalla final gracias a "cruzarse" de casualidad en algún lado, los personajes principales terminan siendo todos parientes sin saberlo (la gran Leia), o tal vez uno de los peores: la tramas resueltas gracias a un accidente que le ocurre al bueno/malo deviniendo en un clásico deus ex machina. El otro día padecí la visión de una cosa llamada "2012", que es un verdadero catálogo de casualidades improbables que desarrollan la acción, a falta de causas y consecuencias bien pensadas por un guionista competente. No me preocuparon tanto las grietas que persiguen autos, que pueden ser disculpadas hasta como cuestiones de género, sino a la cadena de casualidades insultantes que llevan la trama: ¡vamos de vacaciones! ¿a Dónde? ¡Al volcan gigante de Yellowstone! Donde seguramente va a estar uno de los 500 nabos que compraron el libro de ciencia ficción que escribí yo, John Cusack, y que resulta ser, mirá vos, el tipo que tiene a su mando salvar a todo EEUU, y que además se acuerda de mí y conoce mi cara. Minutos más tarde, descubrimos que las tetas de la novia del magnate ruso (Cusack es su chofer), fueron hechas por el nuevo esposo cirujano plástico de la ex de Cusack. ¡Los Ángeles es un pañuelo! Para terminar, el avión se va a la mierda, y cae en algún lugar de los himalayas, pero justo al costadito del camino por donde pasa el único chinito que sabe como entrar a las arcas salvadoras. Lástima que no es una parodia, porque hubiera sido brillante. En fin, y esas son solo unas pocas que me acuerdo, hay más, muchas más. Por suerte para mi mente, inmediatamente después vi "El secreto de sus ojos" que es exactamente lo contrario: todo está pensado para ser verosímil y lógico, las cosas suceden por alguna razón y la trama se teje naturalmente, con maestría. Si a esta película la hubiera escrito el depravado que escribió 2012, la escena de la cancha de Racing hubiera sido fruto de la casualidad, y no del magistral recurso de la carta: franchela va a ver a Racing, por que sí, porque es hincha, y de repente lo ve al malo, y llama la policía, y listo. Basta comparar los dos finales : en 2012 todo se complica y resuelve por... UN TALADRO. Nada de fuerzas en pugna, nada de batalla final, no hay resolución de conflictos, ni nada: un taladro. Es decir, un accidente. Para colmo, al final Cusack se vuelve un groso a los ojos de su hijo, al igual de Denis Quaid en "El día después de mañana" (que en comparación con 2012, es una de Igmar Bergman) y al igual que Tom Cruise en "La guerra de los mundos". Ya saben: si quieren sobrevivir al fin del mundo, tienen que ser padres separados, con poco tiempo para sus hijos. En constraste, el final de "El secreto de sus ojos" es una clínica: inevitable e imprevisible a punto tal que haría eyacular a Robert McKee. Uno lo critica al bueno de Robert por esquemático, pero que bien hubiera hecho el guionista necrófago de 2012 en leerlo un poquito.
Hay que saber escribir las casualidades. Deben administrarse sabiamente.
Las casualidades sirven, cuando significan algo, cuando suman al sentido integral y no restan verosimilitud. Hay grandes obras realizadas en base a casualidades y hechos fortuitos. Dos ejemplos sobresalientes: "Pulp Fiction" y "From Hell". En ambas, lo que aparentemente pueden parecer casualidades, cobran otra dimensión en la mente de los personajes, dando lógica y sentido a sus acciones. En el famoso 4to capítulo de "From Hell", Gull establece su filosofía en base a una serie de hechos fortuitos, que a sus ojos son una clara señal de cuál es su misión en el mundo. "Pulp Fiction" ES una cadena de casualidades improbables: los dos matones que se salvan porque ninguna bala les pega, Travolta que deja el arma sobre la mesada cocina, el negro que se le cruza a Bruce Willis, el tiro que se le escapa a Travolta, Tim Roth y su novia asaltando una cafetería con dos matones adentro. Todo es así y ahí está lo orgánico. El cierre genial, que transcurre en la mitad e la diégesis pero está situado en el final del relato, lo da el discurso de Samuel Jackson en la escena de la cafetería, y que es justamente, sobre las casualidades.
En fin, me agarró la nostalgia de las clases, se ve.
Para terminar les dejo una serie de casualidades reales, que compilé de diferentes sitios de internet. Alguinas son tan extrañas que inspiran a la musas:
Un tal Hugh Williams:
El 5 de diciembre de 1664 un navío naufraga durante su travesía por el estrecho de Menay, en el mar de Irlanda. Uno solo de los sesenta y un pasajeros sobrevive, un hombre llamado Hugh Williams. Otro 5 de diciembre, el de 1785, otro barco se hunde en el mismo sitio. Y, de nuevo, se encuentra a un solo superviviente, un tal Hugh Williams. Finalmente, el 5 de agosto de 1820, caen en esas aguas 24 pasajeros de un velero perdido. Sólo un hombre se salvará; un hombre llamado... ¡Hugh Williams!
El 5 de diciembre de 1664 un navío naufraga durante su travesía por el estrecho de Menay, en el mar de Irlanda. Uno solo de los sesenta y un pasajeros sobrevive, un hombre llamado Hugh Williams. Otro 5 de diciembre, el de 1785, otro barco se hunde en el mismo sitio. Y, de nuevo, se encuentra a un solo superviviente, un tal Hugh Williams. Finalmente, el 5 de agosto de 1820, caen en esas aguas 24 pasajeros de un velero perdido. Sólo un hombre se salvará; un hombre llamado... ¡Hugh Williams!
Devolución de favores
Noche de junio de 1930. Allan Falby, policía motorizado de El Paso (Texas), persigue a un camión por exceso de velocidad. En una curva, su motocicleta choca contra el camión y Falby sufre la rotura de una arteria de su pierna derecha. Si Alfred Smith, el conductor del camión, no se hubiera parado para ayudarle, haciéndole un torniquete, Falby hubiera muerto. Una noche, cinco años más tarde, Falby se encuentra patrullando de nuevo cuando recibe un mensaje por radio: un automóvil a chocado contra un árbol en la Nacional 80. Llega antes que la ambulancia. El conductor está inconsciente. De una arteria abierta de su pierna derecha mana sangre abundantemente. Falby hace un torniquete y logra cortar la hemorragia. A continuación contempla el rostro de la víctima: es Alfred Smith.
Noche de junio de 1930. Allan Falby, policía motorizado de El Paso (Texas), persigue a un camión por exceso de velocidad. En una curva, su motocicleta choca contra el camión y Falby sufre la rotura de una arteria de su pierna derecha. Si Alfred Smith, el conductor del camión, no se hubiera parado para ayudarle, haciéndole un torniquete, Falby hubiera muerto. Una noche, cinco años más tarde, Falby se encuentra patrullando de nuevo cuando recibe un mensaje por radio: un automóvil a chocado contra un árbol en la Nacional 80. Llega antes que la ambulancia. El conductor está inconsciente. De una arteria abierta de su pierna derecha mana sangre abundantemente. Falby hace un torniquete y logra cortar la hemorragia. A continuación contempla el rostro de la víctima: es Alfred Smith.
El caso Page:
Existen historias aún más raras, denominadas "salto en el tiempo", como la que ilustra la experiencia del chófer de autobús británico D. J. Page. Durante la II Guerra Mundial, éste vio como su correspondencia era entregada por error a otro hombre llamado también Page y cuyo documento de identidad tenía el número 1509322, mientras que el suyo era el 1509321. Tiempo después de terminar la guerra, Page fue a reclamar a Hacienda los excesivos impuestos deducidos de su salario. Y comprobó que habían confundido su nómina con la de su viejo "amigo desconocido" Page, cuyo número de carné de conducir era curiosamente 29222, mientras el suyo era 29223.
Gemelos:
La "resonancia" se produce a veces de forma espectacular entre personas muy distantes. Es el caso de dos gemelos de Ohio cuya historia fue relatada en 1980 por el Reader ‘s Digest. Tras ser adoptados por familias distintas y vivir alejados durante 39 años, se conocieron y descubrieron que los dos se llamaban Jim; ambos habían estudiado diseño industrial; se casaron con mujeres llamadas Linda y tuvieron hijos llamados James; se divorciaron y se volvieron a casar con mujeres llamadas Bety y, por si fuera poco, cada uno tenía un perro llamado Toy.
Lincoln y Kennedy:
Veamos las sorprendentes coincidencias que hay en las vidas de dos presidentes norteamericanos, Lincoln y Kennedy: Abraham Lincoln y John Fitzgerald Kennedy fueron designados congresistas en 1847 y 1947 respectivamente. Lincoln fue elegido presidente en 1860, justo cien años después, en 1960 fue elegido presidente Kennedy. Medían 1'83 metros y sus apellidos tenían siete letras. Los dos presagiaron sus muertes ya que fueron vaticinadas por varios videntes. Además el secretario de Lincoln, apellidado Kennedy, y el de Kennedy, apellidado Lincoln, recomendaron no acudir a los lugares donde morirían. Fueron asesinados en viernes, por balazos en sus cabezas, disparados desde atrás y delante de sus mujeres; mujeres con las que perdieron un hijo durante su estancia en la Casa Blanca. Booth disparó a Lincoln en el teatro Ford y se refugió en un almacén; Oswald disparó a Kennedy -que viajaba en un coche Lincoln de la casa Ford- desde un almacén y se ocultó en un teatro. Los nombres completos de sus presuntos asesinos, nacidos en 1839 y 1939, suman quince letras cada uno, eran sureños y fueron asesinados horas después de los asesinatos -sin haber confesado su culpabilidad- por dos vengadores; denunciándose en los dos casos la existencia de conspiraciones que implicaban a personajes norteamericanos muy influyentes. Sus sucesores Andrew Johnson y Lindon Johnson (nombres de seis letras) eran senadores, demócratas del sur y nacieron, el primero, en 1808 y, el segundo, en 1908.
El libro de Anthony Hopkins:
El actor Anthony Hopkins estuvo buscando a lo largo de su vida una novela de George Feifer sin encontrarla hasta que, de repente, vio un ejemplar abandonado en el metro. Durante el rodaje de una película basada en esa novela, aquella resultó ser la única copia -repleta de anotaciones- que le quedaba al autor; un amigo a quien se la prestó la había perdido en el metro.
El grumete de Poe:
En 1837, Edgar Allan Poe publicó "Las aventuras de Arthur Gordon Pym". En ese relato, los cuatro supervivientes de un hundimiento, tras permanecer varios días en un bote a la deriva, asesinaron y devoraron a un grumete llamado Richard Parker. Cuarenta y siete años después, la embarcación Mignonette se hundió y los cuatro supervivientes que lograron sobrevivir en un bote decidieron comerse al grumete; se llamaba Richard Parker.